jueves, 2 de junio de 2011

La Comunicación Gráfica

La comunicación gráfica es el “proceso de trasmitir mensaje por medio de  imágenes visuales que  están en una superficie plana, se usan dos tipos de imágenes: ilustraciones y  símbolos  visuales” (Alba, 1990,p. 12.). Sin embargo Bruno Munari (1976), es más que eso porque las imágenes visuales no solo se encuentran en superficies planas ni se limita a expresarse en dos tipos de imágenes, para él la comunicación gráfica o visual abarca todo lo que podemos ver,  la diferencia de las imágenes  es cuando son intencionales o casuales, por lo que “la comunicación gráfica tiene que ser conformada por mensajes visuales, que forman parte de la gran familia de todos los mensajes que actúan sobre nuestros sentidos” (p.82). Otra definición que concuerda con este autor es la de Acaso (2010), que dice que es “un  sistema  de transmisión de señales cuyo código es el lenguaje visual (…) en la comunicación gráfica el lenguaje visual como el código especifico de la comunicación visual” (p.24). Carmen del Alba (1990) piensa que el leguaje, no es  sólo código de la comunicación visual, sino que toda la  comunicación humana, y que para entender el funcionamiento del lenguaje se tienen que observar  todos los recursos visuales como composición, forma y textura.
 Jonathan Baldwin (2007) concuerda con esta autora, por lo que dice que  la comunicación visual la podemos encontrar en todos lados  y añade que ya es parte de nuestra cultura.
 Pero Juan Martínez (2004), a su vez  piensa que lo que realmente importa de la comunicación visual es su aplicación en el diseño para manejar una lógica visual que se forma como mensaje de lo que vemos, y de sus posibles significados porque “la mirada no es una propiedad gratuita de los seres; en muchos casos es su más  fuerte atadura al mundo que les rodea; el canal  más preciso que les permite analizar el mundo que habita” (p. 12).
Actualmente la comunicación gráfica es un elemento fundamental de la existencia económica, política y cultural. Por eso es necesario  entender cómo se desenvuelve, por lo que autores como María Acaso (2010),  ponen como elemento principal la comunicación visual, luego la escrita y finalmente la oral. La visual se diferencia de las otras en que la información  que maneja está en la vista, el código es totalmente diferente a la escrita aunque se perciba igual por el lenguaje que es visual,  llegan a tener similitud.
El comunicador gráfico debe combinar la comunicación con la creatividad, para que su mensaje sea estético, pero sin caer necesariamente en la creación del arte, pues el objetivo es comunicar “el contenido puede dominar la forma, pero la forma nunca debe dominar al contenido” y “la impresión es el medio por el  cual  se producen las imágenes visuales para la comunicación masiva.” (Acaso, 2010, p. 24).

La imagen; comunicación funcional

Para entender el término funcional aplicado en la imagen, primero hay que estudiar, la imagen como comunicación, y el papel de la fotografía como vía  para conocer el mundo social, esto cambia la idea tradicional de su realización y de la realidad según Moles (1991), para este autor comunicación es “trasmitir, lo que en términos generales llamaremos “imágenes”, e imagen a “un sistema de datos sensoriales estructurados que son producto de una misma escena”. (p.11), es decir que la imagen es un icono que permite al espectador tener su propia interpretación, “la imagen es el soporte de la comunicación visual”(p.24), porque materializa una idea, en este caso por medio de la fotografía.
La imagen se mueve en un grado de iconicidad, que junto con su complejidad manipulada en algunos casos, cumplen con su objetivo, y que va depender de la capacidad del creador de imágenes, que además va procurar la dimensión estética de la imagen  que implica el ensamblado de los elementos correctos (trama, color, tamaño),como también el uso de las leyes figurativas (leyes de continuidad, cierres o fondos, es decir leyes que se apegan al código más general de las imágenes de la naturaleza), para el autor esto significa la buena manipulación de los signos que hace eficaz a la imagen.
Cuando se emplea la fotografía favorece a que se cumpla las características mencionadas. Morales (1999) argumenta, que es porque “la fotografía cristaliza en un documento un momento del universo visual” (p.179). Y que bajo cualquier titulo es “funcional” desde el momento en que se fija mediante imágenes, es decir cuando se asemeja a lo que se está hablando.

Transparencia y Medios Comunicación a México

Los medios de comunicación son los instrumentos mediante los cuales se informa y se comunica de forma masiva se clasifican en medios impresos y electrónicos:
  Impresos:
Libros
 Periódicos
 Revistas
 Historietas
  Volantes.
 Electrónicos:
Cinematografía;
Radio, y Televisión,
En México todo lo que se refiere  telecomunicaciones está regulada SCT, y por la COFETEL. Con la monopolización los medios de comunicación en México forman parte de los más grandes, en América Latina, como ejemplo esta la privatización del monopolio de Telmex, se ha diversificado sus operaciones mediante la incorporación de servicios de internet y telefonía móvil. También ha ampliado sus operaciones a Colombia, Perú, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador y los Estados Unidos. Por causa de la diversa orografía de México.(...)

Tanto los medios de comunicación libres como un poder Judicial independiente son pilares gemelos que no deben rendirles cuentas a los políticos. Ambos sirven como fuerzas poderosas en contra de la corrupción en la vida pública. A diferencia de los jueces, de los fiscales y del Fiscal General, los medios son privados y los políticos no los nombran ni ratifican sus puestos. Fuera del ámbito de los medios de comunicación gubernamentales, los medios se auto-nombran y se mantienen gracias a que el público considera que los productos de los medios privados son valiosos. Los medios deben y pueden estar libres de la tutela política que está tan arraigada aun en las sociedades más democráticas.

La trasparencia es transparencia es actualmente es una actividad que consiste publicar información, un gobierno transparente es aquel que permite a los ciudadanos observar cómo se toman las decisiones y cómo se ejerce la autoridad.
Para ser transparente, un gobierno debe cumplir con la obligación tanto de presentar información a los ciudadanos sin mediar solicitud alguna, como a proveer toda la información que soliciten los ciudadanos. De otra forma, es difícil que los ciudadanos hagan una evaluación adecuada del gobierno, arriesgándose por ejemplo, a reelegir a un mal partido en el poder, o retirar su apoyo a un buen partido.
Transparencia es un concepto pasivo en esta óptica. Los ciudadanos deben querer ver las entrañas del gobierno para indagar lo que ahí sucede; sin embargo, el elemento crucial de la transparencia no es su ejercicio, sino la posibilidad de su ejercicio.
 

Como conclusión puedo decir que el desarrollo de los medios de comunicación va de la mano con la era digital, por lo que las alternativas son diversas, en cuanto la relación con la transparencia estoy de acuerdo que es un derecho de los ciudadanos me parece que es necesario que se brinde sin ningún tipo de restricción pero sobre todo que los mexicanos tengamos la cultura de informarnos y no quedarnos con lo poco que se nos brinda ya que es un requisito necesario para la rendición de cuentas.

FOMENTO A LA LECTURA

El fomento a lectura es un proceso interactivo de comunicación que establece una relación entre el texto y el lector, quien al procesarlo construye su propio significado. Que adquiere sentido cuando el lector llega a la compresión, apoyado de sus conocimientos y experiencias del contexto en donde se ha desarrollado.
Este tema se elige al considerar que datos estadísticos de la UNESCO, mencionan que “el 1,155 millones tienen acceso a una educación formal en sus    diferentes grados, niveles y modalidades; mientras que en contraste, 876 millones de jóvenes y adultos son considerados analfabetos y 113 millones de niños en edad escolar se encuentran fuera de las aulas de las escuelas por diversas circunstancias. México ocupa el penúltimo lugar de 108 países en hábito de leer. (UNESCO, 2009),
Sin embargo las personas que tenemos acceso a la educación aun así  no desarrollamos el hábito de lectura, y se vive de una manera mecanizada y hasta forzada como requisito de pertenecer a una institución. Es por esto que consideramos de vital, dar difusión al fomento de la lectura, con la intención de promover el hábito , pero sobre todo que se logre la interpretación y comprensión correcta ya  que favorecerá en su desarrollo profesional y personal. Considero que  a partir de la comprensión  seremos capaces de formular soluciones a  diversas situaciones y así se elevaría su calidad como profesionista y se reforzaría la cultura de cada estudiante, aparte que se ampliaría el campo de investigación.

DELICATESSEN

Delicatessen Poster

Writers: Jean-Pierre Jeunet (screenplay), Marc Caro (screenplay), and 2 more credits »





En un inmenso descampado, se alza un viejo edificio habitado por personas de costumbres más bien extrañas que sólo tiene una preocupación: alimentarse. El propietario es un peculiar carnicero que tiene su establecimiento en los bajos del bloque. Allí llega un nuevo inquilino que trabaja en el circo y que alterará la vida de la excéntrica comunidad que lo habita.


Considero que el trama es bueno por el contexto que se desarrolla,  es interesante,  por el  mundo  imaginario que representa, las escenas resultan divertidas y con un delicado suspenso que lo  hace mas atractivo. La integracion que se logro con la fotografía, música, y personajes hacen  que sea muy agradable visualmente,  al mismo tiempo que lo gra generar diferentes sentimientos.

lunes, 4 de abril de 2011

El mundo de Sofia-JOSTEIN GAARD-

Poco antes de cumplir los quince años, la joven Sofía recibe una misteriosa carta anónima con las siguientes preguntas: «¿Quién eres?», «¿De dónde viene el mundo?». Éste es el punto de partida de una apasionada expedición a través de la historia de la filosofía con un enigmático filósofo. A lo largo de la novela, Sofía irá desarrollando su identidad a medida que va ampliando su pensamiento a través de estas enseñanzas: porque la Verdad es mucho más interesante y más compleja de lo que podría haber imaginado en un principio. El mundo de Sofía no es sólo una novela de misterio, también es la primera novela hasta el momento que presenta una completa –y entretenida– historia de la filosofía desde sus inicios hasta nuestros días.







Me parece una literartura muy peculiar ya que se logra la conexion  con la historia de la filosofia, realmente es un libro que te envueleve en la vida de Sofia, y que al mismo tiempo cuestiona tu existencia, es una literatura que  te ofrece las figuras claves de la filosofia y el pensamiento social.
Es una narracion fluida, divertida que fomenta la actitud de culturizarse y aprender, el autor logra sorprender a su lector,  al crear una historia original.
Queda claro el tipo de publico al que se dirige  y me parece un libro adecuado para adentrarse en el mundo de la literatura.

miércoles, 23 de marzo de 2011

LA GALLINA DEGOLLADA; HORACIO QUIROGA

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.
Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.
El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?
Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres.
Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.
—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.
El padre, desolado, acompañó al médico afuera.
—A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá.
—¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...?
—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.
Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.
Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.
Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!
Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores.
Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más.
Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.
No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.
Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba.
—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos.
Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.
—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:
—De nuestros hijos, ¿me parece?
—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.
Esta vez Mazzini se expresó claramente:
—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?
—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró.
—¿Qué no faltaba más?
—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.
Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.
—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.
—Como quieras; pero si quieres decir...
—¡Berta!
—¡Como quieras!
Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.
Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.
Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.
Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.
Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.
—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces...?
—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.
Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!
—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla!
—¡Qué! ¿Qué dijiste?...
—¡Nada!
—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!
Mazzini se puso pálido.
—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!
—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!
Mazzini explotó a su vez.
—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!
Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames fueran los agravios.
Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.
A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.
El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo...
—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.
Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.
—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!
Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.
Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa.
Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.
De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.
Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.
—Me parece que te llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.
—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.
Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

Me parece un cuento con humor negro, con tendicia  a lo cruel, lo cual no se aleja de la realidad, es una buena critica social, el autor, en un relato corto logra impresionar. El cuento resalta el sentimiento de egoismo y nos deja una sentimiento de abandono y de disfuncionalidad familiar, el contexto tan singular en donde se desarrolla la historía, lo hace  más interesate, por ser menos común.